Moctezuma y su séquito de veinte hombres guerreros equipados con arcos, flechas, ondas, cerbatanas, etc. caminaban siguiendo la luz del cielo protegiendo los tesoros que llevaban al niño, pues se dieron cuenta de que en esta tierra gustaba mucho lo dorado y brillante. Estos pobladores, del extremo del mar de aguas oscuras, eran capaces de matar por conseguir tan solo una de las piedras preciosas que llevaban.
Poco tiempo le costó a Moctezuma dar crédito a los oráculos: los hombres tenían pelo en la cara, montaban en lo que parecían grandes perros, pues los aztecas no conocían los caballos, y…eran muy codiciosos. No sería extraño que quisieran hacer sufrir al hijo de Quetzacóalt.
Ni que decir tiene lo sorprendidos que quedaban al ver sus viviendas
Los jardines musulmanes les gustaban porque eran lo más parecido a su tierra.
Habían atravesado desiertos en los que casi perecen. No conocían su existencia. Desiertos en los que casi perecen. El séquito, incluso Moctezuma, llegaron a poner en duda el sueño de los oráculos que los llevó hasta aquí: ¿Merecía la pena semejantes peligros por un sueño? ¿Merece la pena exponer la vida por un dios que no quiere nacer en su casa?
Gracias a las tribus nómadas pudieron salir del peligro que hay en tan extensos y secos terrenos.
Moctezuma, bajó de su silla, porteada por ocho guerreros, y se hizo uno más entre su séquito alentándolos a seguir, pues habían perdido toda confianza en la misión que allí los había llevado.
Por fin, el día que nosotros conocemos como Navidad, y sorprendidos por un intenso frío desconocido para ellos, llegaron hasta una especie de covacha usada como pesebre. Justo sobre ese pobre espacio húmedo y tan sólo iluminado por una pequeña hoguera se detuvo la especie de estrella que les guiaba.
La sorpresa fue decepcionante: Una pareja, ella casi una niña y él podría ser su padre; una criatura recién parida arropada con un paño que debía ser el cubre cabeza de la joven. Y unos animales grandes, desconocidos para ellos, que les echaban su aliento. La criatura estaba muy despabilada para hacer horas de su nacimiento. Aquello,