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Velada de vampiros

   Cuando las horas nocturnas no se emplean para dormir suele ser porque la mente está demasiado activa, llena de asuntos que quieren salir a volar por la noche oscura buscando la luna que les sirva de reflejo para  reconocerse.

   Pensamientos que juegan con las velosas  nubes blanquecinas que opacan la luna.

   ¡Qué gran compañera de pensamientos, de creaciones, de inspiraciones, es la noche!

   En el profundo silencio nocturno, tan sólo acompañado por música elegida para conversar con el corazón, se inventa un mundo nuevo que no siempre ve la luz al amanecer.

   En el profundo silencio nocturno, tan solo acompañado por música elegida para conversar con el corazón, se estruja el alma para destilar los aromas contenidos en su interior.

   En el profundo silencio nocturno, tan solo acompañado de música elegida  para conversar con el corazón, uno contempla como van pasando ante sí fantasmas llamados para la ocasión; invitados a una velada íntima e intensa. Van yendo y viniendo, como si de una boca de metro se tratase, en hora punta.

   En el profundo silencio de una noche…de muchas noches,  han creado, tal vez, las mejores obras  los artistas.

   Almas a la luz de las velas, frente a papeles, tinteros, plumas,  pinceles, lienzos, pianos…ordenadores. Almas que han acompañado a la luna en su trayectoria nocturna y la han visto frente al sol.

   Vampiros que absorben toda la energía que emana la noche para relajar las mentes de los demás, aquietando las ondas que pululan entre sus sombras, consumiéndolas. Alimentándose de íntimos silencios, bebiendo, tal vez, lágrimas reprimidas a la luz solar. Saciando su sed creativa inversamente al uso.

   Espíritus, que tras haberse alimentado de restos emotivos, lo que hacen es dar al mundo algo de sí mismos. ¡Nunca hubo vampiros tan generosos!

  (Olvido)

 

                    

                      29 Diciembre 2008

    Moctezuma, preocupado por el suceso, fue visitar a Azmacois, el jefe de los sacerdotes, pues estos acontecimientos se atribuían a un estado anímico de su dios. ¿Habrían ofendido a Quetzacóalt?
    Azmacois, era como el sumo sacerdote de los judíos. Se había ganado la confianza del rey y de sus súbditos durante muchos años. Años que se veían acumulados en sus cargados hombros y su lento caminar. Un oráculo lleno de sabiduría por su experiencia de vida y la observación de la naturaleza.
    - Azmacois – le preguntó el rey – quisiera saber por qué ha temblado la tierra. ¿Acaso hemos ofendido a Quetzacóalt? ¿O es que nuestro sol y nuestra luna están en disputa? ¿Habrá caído alguna estrella del firmamento impactando sobre nuestra tierra? Azmacois, contéstame rápido: el pueblo está desasosegado y necesitan una explicación a lo sucedido. No quiero que la alegría de la fiesta se torne en miedo y llanto.
    - Señor, mi rey, habéis de saber algo muy grande que me ha sucedido anoche, mientras dormía. No sé si fue un sueño, o una visión. Aún me siento confundido.
    - Contad rápido, Azmacois, pues aunque yo pueda esperar, el pueblo no.
    - No creo que el pueblo pueda sacar conclusiones sobre lo sucedido, ni proponer soluciones. Diles, pues, que Quetzacóalt les agradece sus ofrendas y su alegría de esa forma tan espectacular, pero que no se asusten por ello. Luego vuelve, que os contaré el porqué de este temblor. La explicación no dista mucho de lo que diréis a vuestros súbditos.
    Moctezuma, hizo lo que le aconsejó el sabio oráculo. Los rostros de los aztecas volvieron a brillar.
Ansioso el Cacique (así se llamaba a los reyes aztecas), por conocer el motivo del clamor de la tierra, volvió al templo para escuchar a Azmacois.
    - Estoy impaciente por escuchar tu respuesta, Azmacois. Sentémonos y cuéntame.
    - Mi Señor, como os decía, anoche vi un mundo muy distinto al nuestro, al cual, habéis de ir urgentemente.

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