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  Las habas están contadas

 

El tiempo pasado no vuelve. Tiene prisa.                                        

Como cigarra cantora contempló la vida ajena.

¿De qué sirvió aprender mirando?

 Ahora tiene sed.

Quiere beber los últimos sorbos que le quedan apasionadamente y sin desperdiciar una sola gota.

Lamer lo que queda en las paredes de la copa para no dejar nada.

 

Quiere vivir su tiempo sin dejarlo pasar, correr, volar….

No puede dominarlo, pero sí controlar su estancia en él. Ha de sujetar bien las riendas.

 

¿Habrá aprendido algo en el  tiempo pasado?

¿Cuánto le queda?: menos que antes. 

 

Pero ha de elegir bien con quién quiere compartir su tiempo en  este último tren.
Sin despreciar a nadie, no puede aislarse.

De este mundo sólo se llevará lo que pueda aprender y lo que su corazón ame sin egoísmo, sin posesión.


No nos engañemos…, no hay más leña que la que arde, pero ha de arder y dar luz y calor abundantes.

No se puede vivir en la oscuridad y ateridos de frío.

No se puede vivir lamentando el resto de los días lo que no se ha hecho con anterioridad y sin poner los medios para evitar caer en los mismos errores.

 

No hay marcha atrás en el tiempo.

 

No se puede recuperar el que se ha dejado perder.

El "nunca es tarde" no es cierto, sólo es el deseo de dar marcha atrás lo que impulsa a saltar al vacío que antes asustaba, o daba pereza zambullirse en él.


No, no nos engañemos… ¡no hay más leña que la que arde!

 

Están “las habas contadas” y… no hay más.

 

Sólo queda saborear bien las que quedan antes de tragarlas.

 

 

                                                                     Olvido      

     

                                                                    28 Octubre 2009

    Moctezuma, preocupado por el suceso, fue visitar a Azmacois, el jefe de los sacerdotes, pues estos acontecimientos se atribuían a un estado anímico de su dios. ¿Habrían ofendido a Quetzacóalt?
    Azmacois, era como el sumo sacerdote de los judíos. Se había ganado la confianza del rey y de sus súbditos durante muchos años. Años que se veían acumulados en sus cargados hombros y su lento caminar. Un oráculo lleno de sabiduría por su experiencia de vida y la observación de la naturaleza.
    - Azmacois – le preguntó el rey – quisiera saber por qué ha temblado la tierra. ¿Acaso hemos ofendido a Quetzacóalt? ¿O es que nuestro sol y nuestra luna están en disputa? ¿Habrá caído alguna estrella del firmamento impactando sobre nuestra tierra? Azmacois, contéstame rápido: el pueblo está desasosegado y necesitan una explicación a lo sucedido. No quiero que la alegría de la fiesta se torne en miedo y llanto.
    - Señor, mi rey, habéis de saber algo muy grande que me ha sucedido anoche, mientras dormía. No sé si fue un sueño, o una visión. Aún me siento confundido.
    - Contad rápido, Azmacois, pues aunque yo pueda esperar, el pueblo no.
    - No creo que el pueblo pueda sacar conclusiones sobre lo sucedido, ni proponer soluciones. Diles, pues, que Quetzacóalt les agradece sus ofrendas y su alegría de esa forma tan espectacular, pero que no se asusten por ello. Luego vuelve, que os contaré el porqué de este temblor. La explicación no dista mucho de lo que diréis a vuestros súbditos.
    Moctezuma, hizo lo que le aconsejó el sabio oráculo. Los rostros de los aztecas volvieron a brillar.
Ansioso el Cacique (así se llamaba a los reyes aztecas), por conocer el motivo del clamor de la tierra, volvió al templo para escuchar a Azmacois.
    - Estoy impaciente por escuchar tu respuesta, Azmacois. Sentémonos y cuéntame.
    - Mi Señor, como os decía, anoche vi un mundo muy distinto al nuestro, al cual, habéis de ir urgentemente.

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