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CUANDO LA LUNA SE OCULTE

 

… en la profunda oscuridad, será cuando vea la luz.

Esa luz tan deseada que sólo se ve en la oscuridad profunda de la noche del espíritu que busca incansable.

Las tinieblas han de inundarlo todo antes de abrir los ojos y no ser deslumbrado por la claridad brillante de la verdad y del saber.

 

Muchos años son necesarios para llegar a ver esa luz cara a cara. Lo sabía, es lo único que sabía.
 

Aún no ha podido abrir los ojos para verla. Sigue en sus tinieblas buscando a tientas dónde se encuentra el camino para llegar a ella.

Desea tener esa intensa luz, no fuera, si no dentro de sí.

Cree que es así como hay que verla, hacia dentro de uno mismo. Eso es lo más difícil de conseguir.

 

 

Nadie  puede indicar el camino porque para cada uno es distinta la senda que ha de seguir y la manera de encontrarlo.

Y ese camino siempre se hace a oscuras y en solitario.

 Da miedo.

Provoca dudas.

Aunque se quiera pedir ayuda nunca se encuentra, porque cada persona indica lo que ella misma cree y no son iguales.

Solamente sirve escuchar, observar, experimentar, fallar, caer y volverse a levantar para de nuevo comenzar.

Cuando más cerca parece que está el fin del camino más se ve  su lontananza y más duro se hace seguir.

 

 

Lo único común a todos, en este camino, es la soledad que se siente.

 

A la profunda noche de su alma nunca llega la luz. Se queda ahí, en la puerta del corazón, llamando.

Llama y llama sin parar.

No encuentra la llave para poder abrir y dejar que entre.

Ha preguntado y todos le han respondido.

Sin embargo sigue sin encontrarla, ni encontrar la forma de buscar por buen camino.

 

¡OH, noche, noche oscura del  corazón. Noche oscura de la mente, del alma !...¿Cuándo disiparás tus tinieblas y  dejarás ver la luz que ocultas ?

 

 




 

(Olvido)

    Moctezuma, preocupado por el suceso, fue visitar a Azmacois, el jefe de los sacerdotes, pues estos acontecimientos se atribuían a un estado anímico de su dios. ¿Habrían ofendido a Quetzacóalt?
    Azmacois, era como el sumo sacerdote de los judíos. Se había ganado la confianza del rey y de sus súbditos durante muchos años. Años que se veían acumulados en sus cargados hombros y su lento caminar. Un oráculo lleno de sabiduría por su experiencia de vida y la observación de la naturaleza.
    - Azmacois – le preguntó el rey – quisiera saber por qué ha temblado la tierra. ¿Acaso hemos ofendido a Quetzacóalt? ¿O es que nuestro sol y nuestra luna están en disputa? ¿Habrá caído alguna estrella del firmamento impactando sobre nuestra tierra? Azmacois, contéstame rápido: el pueblo está desasosegado y necesitan una explicación a lo sucedido. No quiero que la alegría de la fiesta se torne en miedo y llanto.
    - Señor, mi rey, habéis de saber algo muy grande que me ha sucedido anoche, mientras dormía. No sé si fue un sueño, o una visión. Aún me siento confundido.
    - Contad rápido, Azmacois, pues aunque yo pueda esperar, el pueblo no.
    - No creo que el pueblo pueda sacar conclusiones sobre lo sucedido, ni proponer soluciones. Diles, pues, que Quetzacóalt les agradece sus ofrendas y su alegría de esa forma tan espectacular, pero que no se asusten por ello. Luego vuelve, que os contaré el porqué de este temblor. La explicación no dista mucho de lo que diréis a vuestros súbditos.
    Moctezuma, hizo lo que le aconsejó el sabio oráculo. Los rostros de los aztecas volvieron a brillar.
Ansioso el Cacique (así se llamaba a los reyes aztecas), por conocer el motivo del clamor de la tierra, volvió al templo para escuchar a Azmacois.
    - Estoy impaciente por escuchar tu respuesta, Azmacois. Sentémonos y cuéntame.
    - Mi Señor, como os decía, anoche vi un mundo muy distinto al nuestro, al cual, habéis de ir urgentemente.

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