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¡Oh,noche!

De nuevo la noche, que hace a los sentimientos mucho más profundos.

A la luz de la luna, y al amparo de sus sombras, van emergiendo lentamente, uno a uno, sin prisa, los asuntos que nos han preocupado en la jornada iluminada y caliente por el sol.

 

Al amparo de sus sombras vamos desplegando el corazón para ver qué es lo que nos ha quedado dentro tras haber sido agitado por la vida.

 

Su dulce sombra, hace íntimos, con mucha más fuerza, los pensamientos mundanos. Casi los eleva a sublimes cuando, al rozar el sentir, nos hace vibrar de emoción, alegría, pena, deseo, paz, desesperación o cualquier otro sentimiento que cada uno tenemos como propio e intransferible.

 

En el brillar de la luna se reflejan nuestros rostros anímicos, puros y desvergonzados. Vomitamos con desgarro lo que de día ocultamos con avaricia.

 

 

Noche!. Luna!. Sombras!: ¡Dejadme sentir vuestra caricia!

 

 

A ti, noche clara de luna intensa,  pido tus velos celestes. Quiero envolver de nuevo mi corazón, para abrigarlo del frío sol al que oculta todo su pleno sentir.

 

Mi corazón se ha quedado al descubierto bajo tu luz blanca, y de él se han escapado brillantes que se han enganchado en tu manto oscuro. Llena estás de tesoros ocultos a la mañana, y sólo tú los muestras anónimos a todo el mundo.

                                                                                                             Olvido

                                                                                                   21 Febrero 2009

 

                      

    Moctezuma, preocupado por el suceso, fue visitar a Azmacois, el jefe de los sacerdotes, pues estos acontecimientos se atribuían a un estado anímico de su dios. ¿Habrían ofendido a Quetzacóalt?
    Azmacois, era como el sumo sacerdote de los judíos. Se había ganado la confianza del rey y de sus súbditos durante muchos años. Años que se veían acumulados en sus cargados hombros y su lento caminar. Un oráculo lleno de sabiduría por su experiencia de vida y la observación de la naturaleza.
    - Azmacois – le preguntó el rey – quisiera saber por qué ha temblado la tierra. ¿Acaso hemos ofendido a Quetzacóalt? ¿O es que nuestro sol y nuestra luna están en disputa? ¿Habrá caído alguna estrella del firmamento impactando sobre nuestra tierra? Azmacois, contéstame rápido: el pueblo está desasosegado y necesitan una explicación a lo sucedido. No quiero que la alegría de la fiesta se torne en miedo y llanto.
    - Señor, mi rey, habéis de saber algo muy grande que me ha sucedido anoche, mientras dormía. No sé si fue un sueño, o una visión. Aún me siento confundido.
    - Contad rápido, Azmacois, pues aunque yo pueda esperar, el pueblo no.
    - No creo que el pueblo pueda sacar conclusiones sobre lo sucedido, ni proponer soluciones. Diles, pues, que Quetzacóalt les agradece sus ofrendas y su alegría de esa forma tan espectacular, pero que no se asusten por ello. Luego vuelve, que os contaré el porqué de este temblor. La explicación no dista mucho de lo que diréis a vuestros súbditos.
    Moctezuma, hizo lo que le aconsejó el sabio oráculo. Los rostros de los aztecas volvieron a brillar.
Ansioso el Cacique (así se llamaba a los reyes aztecas), por conocer el motivo del clamor de la tierra, volvió al templo para escuchar a Azmacois.
    - Estoy impaciente por escuchar tu respuesta, Azmacois. Sentémonos y cuéntame.
    - Mi Señor, como os decía, anoche vi un mundo muy distinto al nuestro, al cual, habéis de ir urgentemente.

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