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   En este templado sosiego, recuerdo la historia de una bella fría, distante, luminosa, silenciosa. Silenciosa, porque los que alzaban la voz tuvieron que marcharse de su lado. Tan silenciosa es que se escucha volar a las moscas y caminar a las hormigas donde ella está. Esa generación de  hormigas que  no saben lo que es el pan porque ya no hay habitantes que lo coman y ahora se dedican al almacenamiento de trigo, cebada y pipas de girasol para cuando  llegue el invierno.

 

   Aquella bella enamoraba a los viajeros.

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   De andar por la luna he bajado a caminar a la tierra de donde, parece ser, nunca me he marchado.

  En la jaima que habito, sin prisa, y frente a una taza de té o café, caben muchas ideas, muchas historias.

 

   En este inmenso desierto de nuestra minúscula tierra, en su gran soledad y ruidoso silencio,  hacen eco los pensamientos, y, al mismo tiempo, este mismo desierto, recoge los murmullos exteriores trayéndolos a la jaima para contemplarlos tranquilamente.

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   Los poetas  le cantaban poemas y contaban preciosas historias de las que ella era la protagonista.

   Es bella, ¡pero tan fría! ¡Tan silenciosa!

Ella enamoraba  a todos los caminantes sin tan siquiera mirarlos.

   Es una bella , de nuestro minúsculo planeta del pequeño Universo, custodiada por duendes. Esos duendes, enanos, la cuidan y anclan sutilmente para que no pueda volar y quedarse ellos sin el reino en el  que habita y que ellos dominan. Una bella reina, callada y sumisa, de sus manos sujeta.                                        3

   Con zalamerías la engatusan para que no ponga sus ojos en nadie más que en ellos. Ella se deja querer, y sus ojos claros y luminosos se ven velados por esa pena voluntariamente ignorada, y languidece en el sueño del tiempo.

   Una hermosa bella custodiada por pequeños duendes que, sutilmente, también, echan de su lado al casual gallardo caballero que a ella se acerca, por temor a que escuche sus lisonjas y le siga, olvidándose de ellos.
   Esos gallardos caballeros han tenido, al fin, que alejarse tristes de la bella, sin poder defenderla de sí misma ni de sus diminutos opresores.                                                   4

   Algunos aún siguen a su lado, consolándola en sus silenciosas penas, animándola a no caer en viejos errores. Han de hacerse invisibles entre los demás duendes para no ser expulsados violentamente por ellos y poder, dentro de sus exiguas posibilidades, seguir limpiando su bello nombre, su bello rostro, y alimentando su baja autoestima para que no se extinga.

   Al final, posiblemente, terminará siendo  jactanciosa y prepotente ciudadela del mundo. Apartada por su presunción, terminará siendo una de las más bellas olvidadas de este minúsculo lugar del Universo llamado Mundo.                                       5

 

 

 

 

   Pero…, siempre en el horizonte, puede verse otro gentil caballero, a lomos de su Mercedes, que viene a intentar conquistarla.

 

 

Olvido                                                                     25 Abril 2012

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    Moctezuma, preocupado por el suceso, fue visitar a Azmacois, el jefe de los sacerdotes, pues estos acontecimientos se atribuían a un estado anímico de su dios. ¿Habrían ofendido a Quetzacóalt?
    Azmacois, era como el sumo sacerdote de los judíos. Se había ganado la confianza del rey y de sus súbditos durante muchos años. Años que se veían acumulados en sus cargados hombros y su lento caminar. Un oráculo lleno de sabiduría por su experiencia de vida y la observación de la naturaleza.
    - Azmacois – le preguntó el rey – quisiera saber por qué ha temblado la tierra. ¿Acaso hemos ofendido a Quetzacóalt? ¿O es que nuestro sol y nuestra luna están en disputa? ¿Habrá caído alguna estrella del firmamento impactando sobre nuestra tierra? Azmacois, contéstame rápido: el pueblo está desasosegado y necesitan una explicación a lo sucedido. No quiero que la alegría de la fiesta se torne en miedo y llanto.
    - Señor, mi rey, habéis de saber algo muy grande que me ha sucedido anoche, mientras dormía. No sé si fue un sueño, o una visión. Aún me siento confundido.
    - Contad rápido, Azmacois, pues aunque yo pueda esperar, el pueblo no.
    - No creo que el pueblo pueda sacar conclusiones sobre lo sucedido, ni proponer soluciones. Diles, pues, que Quetzacóalt les agradece sus ofrendas y su alegría de esa forma tan espectacular, pero que no se asusten por ello. Luego vuelve, que os contaré el porqué de este temblor. La explicación no dista mucho de lo que diréis a vuestros súbditos.
    Moctezuma, hizo lo que le aconsejó el sabio oráculo. Los rostros de los aztecas volvieron a brillar.
Ansioso el Cacique (así se llamaba a los reyes aztecas), por conocer el motivo del clamor de la tierra, volvió al templo para escuchar a Azmacois.
    - Estoy impaciente por escuchar tu respuesta, Azmacois. Sentémonos y cuéntame.
    - Mi Señor, como os decía, anoche vi un mundo muy distinto al nuestro, al cual, habéis de ir urgentemente.

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